Sandoval Cútoli, Manuel de

Manuel de Sandoval Cútoli

Nació el 1 de enero de 1874, en Madrid, en el seno de una familia distinguida. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central, en donde también se doctoró. Además se licenció en Derecho. En 1896 obtiene la cátedra de Lengua y Literatura españolas de institutos. Primero da clases en Teruel, luego vendrán Soria, Burgos, Córdoba, Toledo y, por último, desde 1930, el instituto Cardenal Cisneros de Madrid[1]. También enseñó en la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid[2]. De todas estas ciudades tuvo una presencia relevante en la vida cultural de Córdoba. Allí fue nombrado miembro de la Academia de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, academia que llegó a presidir. También ocupó, desde 1920, un sillón, el que corresponde a la letra T, en la Real Academia de la Lengua. Sustituyó a Eduardo Hinojosa, y su discurso de entrada verso sobre “De los inconsciente y lo voluntario en las obras literarias y poéticas”, le contestó Francisco Rodríguez Marín. Miguel de Unamuno ocuparía después la vacante dejada por Sandoval Cútoli en 1932.

Manuel de Sandoval Cútoli era un poeta que podríamos llamar anacrónico. En su poesía se nota la influencia de Núñez de Arce, Emilio Ferrari y Narciso Campillo, que fueron sus amigos y maestros. En su juventud asistía a la tertulia de Núñez de Arce, quien lo tenía como su protegido literario, y de quien el joven Cútoli se sabía de memoria todas sus composiciones. También asistió a la tertulia de Juan Valera. No fue un poeta popular que llegara a las masas, debido a la inarmonía que había entre su personalidad y su estilo y la poesía que triunfaba en su época en el que el expresionismo y las vanguardias dominaban el panorama poético. El exquisito gusto poético de Sandoval chocaba, por tanto, con la moda poética del momento. Él prefirió mantenerse firme en su estilo algo ya anticuado, sin ninguna concesión a la nueva poesía que tanto le repugnaba y a la criticaba con dureza. Su poesía castiza era, como decía Luis Araujo-Costa, “de impecable verso, ajustado a los más rigurosos cánones de la Preceptiva y siempre viril, sonoro, armonioso”[3].

Empezó a escribir versos muy joven, antes de terminar los estudios universitarios publicó su primer libro Prometeo, con prólogo de Emilio Ferrari. Después vendrán otros títulos como Aves de paso, Cancionero, Musa castellana, De mi cercado, Poesías escogidas y Aun hay sol. En 1912 obtuvo el premio Fastenrath, que otorgaba la Real Academia Española, por su libro De mi cercado. También ganó los juegos florales celebrados en El Escorial en 1915. Eran habituales sus recitales poéticos en el Ateneo. Cultivó también la prosa con un libro titulado El abogado del diablo. Además era un colaborador en varios periódicos y revistas. En los años treinta, inició una serie de estudios críticos literarios bajo el título de “Figuras del siglo XIX”, que publicaba los domingos en La Época.

Solicitó, en 1907, a la JAE una pensión para una estancia de un año en Italia y Francia para estudiar la poesía popular de esos países y determinar sus influencias en la poesía española. Se la concedieron en 1911. Llegó a París el 12 de julio, pero dos meses después regresó a España para encargarse de la cátedra de Lengua y Literatura españolas de la recién creada Escuela Central de Idiomas.

Fue nombrado consejero de Instrucción Pública en 1930[4], ese mismo año consiguió la cátedra de Lengua y Literatura del Instituto Cardenal Cisneros. Dos años después, el 12 de octubre de 1932, fallecía debido a una enfermedad.

 

PRINCIPALES OBRAS: Prometeo, (con una carta prólogo de Emilio Ferrari), Madrid, Tip. Agustín Avral, 1895; Prosistas Castellanos. Trozos de sus mejores obras (escogidos y coleccionados por Manuel de Sandoval), Burgos, Imp. Hijos de Santiago Rodríguez, 1901; Aves de paso, (prólogo de Jacinto Octavio Picón), Madrid, 1904; Cancionero, Madrid, Imprenta de Bernardo Rodríguez, 1909; Musa castellana, Madrid, Tip. Juan Pérez Torres, 1911; De mi cercado, Madrid, La Prensa, 1912; El abogado del diablo, Valladolid, Tip. Viuda de Montero, 1915; Aun hay sol, Madrid, Voluntad, 1925

 

 

FUENTES: Expediente JAE/134-283, 8 pp. Alonso Zamora Vicente, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe, 1998, p. 210.

 

 

 

 

 

 


[1] Gaceta de Madrid núm. 192, de 11/07/1930, pp. 266 a 267.

[2] Gaceta de Madrid núm. 177, de 26/06/1911, p. 860.

[3] Artículo de Luis Araujo-Costa en La Época el 13 de octubre de 1932, pág. 3.

[4] Gaceta de Madrid núm. 319, de 15/11/1930, p. 930

 

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