Eduardo García de Diego . Soria 1886-?
Hermano de otro gran latinista como fue Vicente García de Diego. Se licenció en Filosofía y Letras en 1906. Su primera experiencia docente la tuvo en el Colegio la Primera Concepción de Zafra (Badajoz) y después en un colegio de Santander.
Ante el dominio del francés que tenía –lo explicaba en los colegios en los que estuvo- en 1910 solicita su primera pensión para ir a París a estudiar la lengua latina comparada e históricamente. En el caso de que no se la concedan pide ser nombrado repetidor de español en un liceo de París.
En 1912 entra como colaborador de la sección de Filología del Centro de Estudios Históricos, bajo la supervisión de Ramón Menéndez Pidal. Allí realiza trabajos sobre La cantidad en los nombres latinos y Estudio de la latinidad del abad Sansón de Córdoba; también estudia documentos lingüísticos en el archivo de Huesca. Durante estos años se encarga de la enseñanza de latín en la Residencia de Estudiantes.
Obtiene en 1913 la cátedra de Lengua latina en el Instituto de Baeza, pero le surge un dilema, ya que si se marcha a la ciudad jienense tiene que abandonar sus investigaciones en el Centro de Estudios Históricos, sobre todo la edición de las obras de Sansón de Córdoba, autor latino del siglo IX, en el que estaba trabajando. Solicita no incorporarse a su nuevo destino y ser agregado al Centro a cambio de una compensación económica para poder finalizar su investigación.
Por concurso de traslado llega al Instituto de Palencia en 1914. Durante el tiempo que está en esta ciudad tiene continuos problemas de salud, por lo que tiene que pedir licencias por enfermedad; también se ausenta para poder acudir a Madrid por cuestiones familiares. En 1918 se traslada a Vitoria[1] y un año después al de Almería[2]. En la ciudad andaluza estará poco tiempo, porque en el mismo año de 1919 llega al Instituto de Murcia[3] en donde se mantendrá hasta el estallido de la guerra. Allí compaginará la enseñanza de la Lengua y la Literatura latina en el instituto con las de la Universidad en la Facultad de Filosofía y Letras.
Mientras tanto sigue solicitando pensiones a la JAE para trasladarse a París. Primero solicita una ayuda, en 1921, para mejorar en el estudio del Latín ya que, según expone en la solicitud, “en los tiempos modernos ha evolucionado de tal modo que es necesaria una atención constante si no se quiere quedar rezagado en los problemas fundamentales. Por desgracia no puede España ufanarse hoy de contar con latinistas notables, corrientes positivistas de un lado, poco tiempo dedicado a esa disciplina por otro, son causas de que hoy languidezcan estos estudios en la patria de Nebrija y del Brocense”. Por ello solicita ampliar “sus conocimientos, queriendo recoger teorías nuevas y ansiando ver de cerca los métodos empleados en el extranjero para la enseñanza de la asignatura que tiene a su cargo”. Solicita marchar a París, porque allí podrá “escuchar las enseñanzas de [Ferdinand] Saussure, [Antonie] Meillet, […], maestros de la filología latina en Francia”.
En 1922 solicita una nueva pensión para visitar Italia con el objetivo de preparar un tratado de Antigüedades Romanas en el que poder aprender la vida, las instituciones y las costumbres del pueblo romano, ya que en España no existe un manual relevante sobre este tema, y es necesario acudir a obras extranjeras. Ante la negativa de la ayuda, se marchó él de forma personal durante un mes y medio a Italia para recabar información sobre el tema.
Finalmente se le concede en 1924 (por la Real Orden 19-IX-1924), una pensión de ocho meses a Francia, en concreto a París, para preparar un Corpus Hispanicum Glossarium Latinorum. Para ello rebuscó en las bibliotecas de Santa Genoveva y la del Instituto de Francia, pero sobre todo en la Biblioteca Nacional de París en donde estuvo trabajando con un manuscrito del siglo X procedente del Monasterio de Silos. Según se informa en la Memoria de la JAE de 1924-26 (p. 44), envío a la Junta una voluminosa memoria titulada “Los glosarios de Silos”. Además asistió a un ciclo de conferencias que el doctor Georges-René-Marie Marage dio en la Sorbona sobre “Fisiología de la voz humana” y a diferentes conferencias sobre asuntos de latín dadas en el Colegio de Francia.
Como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Murcia, Eduardo García de Diego se encargó también de la enseñanza del griego, por lo que pidió una pensión a Grecia para perfeccionar el conocimiento de la lengua griega. En un primer momento se la concedieron por seis meses, pero después se la denegaron porque no se podía ausentar de las clases. Finalmente en 1935 se marchó pensionado tres meses a Grecia para ampliar estudios en la lengua de ese país (Orden ministerial 15-VII-1935).
Tras la guerra civil encontramos pocas noticias sobre Eduardo García de Diego, únicamente que se halla entre los profesores que forman el claustro del Instituto Beatriz Galindo de Madrid.
PRINCIPALES OBRAS: Ejercicios y trozos latinos de primero y segundo curso, Valladolid: Vda. de Montero, 1918; Elementos de Gramática Latina (histórico-comparativa), Valladolid: Vda. de Montero, 1918; Manual de Sintaxis latina, Murcia, José Antonio Jiménez, imp., 1926; Prácticas de lengua española, Murcia, Tip. de José A. Jiménez, 1927; Glosarios latinos del Monasterio de Silos, Murcia: Suc. de Nogués, imp. 1934; Historia judicial de Aragón en los siglos VIII al XII, Madrid, Tip. de Archivos, 1934; Método de Lengua Latina, Madrid, Gráficas Ibarra, (1º curso, 1940, 2º curso, 1941, 3º curso, 1940; 4º, 1941); Método de lengua griega, Madrid, Aldecoa, 1942.
FUENTES: Archivo JAE, Expediente JAE/61-163, 45 pp. Archivo del Instituto Jorge Manrique de Palencia, http://archivo.iesjorgemanrique.com/archives/2154.
Mario Pedrazuela Fuentes
[1] Véase la Real Orden de 30 de junio de 1918, Gaceta de Madrid núm. 181, p. 847.
[2] Real Orden de 5 de febrero de 1919, Gaceta de Madrid, núm. 36, p. 487.
[3] Real Orden de 8 de agosto de 1919, Gaceta de Madrid, núm. 220, p. 472.