Miguel Herrero García (1895-1961)
Nació en Ronda (Málaga) el 25 de diciembre de 1895. Cursó en Sevilla el Bachillerato; la Licenciatura de Filosofía y Letras, en Granada, y el Doctorado, en Madrid.
Por mediación de Ramón Menéndez Pidal fue nombrado profesor del Instituto-Escuela de Madrid, fundado en 1918. Antes había enseñado en el Instituto de Cuenca donde ocupaba la cátedra de Latín desde 1917[1].
Desde que se incorporó al Instituto-Escuela, Miguel Herrero mantuvo una relación estrecha con el secretario de Junta para Ampliación de Estudios, José Castillejo. Fruto de esa relación, y del trato algo especial que tenían los profesores del Instituto-Escuela en lo que a la concesión de pensiones al extranjero se refiere, le fue concedida una pensión en 1920 para una estancia de varias semanas en Ginebra y otra para todo el curso 1920-21 en París. En estos viajes, este profesor de Literatura quería conocer los modelos pedagógicos que utilizaban en Suiza y Francia. Según expuso en una carta que envió a Castillejo, el 29 de mayo de 1920, quería ir a la capital francesa, además de para aprender francés, para “examinar los cuadernos de trabajo de los alumnos, las bibliotecas escolares, los manuales y estudiar los temas de composición, el contenido gramatical y de literatura”.
En agosto de 1920 visitó las escuelas al aire libre establecidas en Ginebra. En septiembre asistió a las clases de francés del Liceo secundario oficial de Ginebra. Luego se instaló en Paris en octubre de ese año. Durante varios meses realizó numerosas actividades en la capital francesa. Asistió, por ejemplo según se hace constar en una de las memorias de la JAE, a los siguientes cursos "Higiene social y escolar" en el Museo Pedagógico por los profesores Méry, Genèvries, Henyer, Lahy, Weisweiller y Lablé (Marcel y Henry); "Profilaxis antivenérea" en el Museo Pedagógico por Gongerot y Queyrat, con visitas al Hospital Saint-Louis y al Hospital Cochin; de "Sociología " en La Sorbona por el profesor Paul Bureau. Tambén fue alumno de una serie de cursillos de Pedagogía impartidos por el profesor Pecher en la Escuela Normal Superior y por el director del Instituto J.J.Rousseau. Visitó numerosos centros educativos: las escuelas Montessori, las escuelas froebelianas, escuelas de mademoiselle Moulin, escuelas profesionales Diderot, Estienne, escuela nueva "des Roches" y los liceos Montaigne, Saint-Louis y Henry IV de Paris. En mayo de 1921 se trasladó a Bruselas, donde visitó el gran asilo de anormales Strop, en Gante; la escuela de Comercio de Amberes y el laboratorio de Psicología Experimental de Lovaina, donde recibió varias lecciones personales de su director Armand Thiéry, discípulo de Wundt. También asistió a las clases del profesor Collard de Metodología literaria y sobre todo a la escuela Decroly, a cuyos alumnos acompañó en una excursión a Lieja, recorriendo a pie todo el valle de Amblève, visitando la gruta de Remouchamps y la ciudad de Spa.
Las estancias de Miguel Herrero en esos tres países dieron lugar a un intenso debate sobre la pedagogía que mantuvo con José Castillejo a través de su correspondencia. En Suiza entró en contacto, con Claparède, de quien leyó Methodologuie de L´Ensaignement Moyen, y con quien visitó la "Maison des petits" del Instituto Rousseau. También oyó a Collard, y conoció los métodos de la Escuela Normal de Ginebra, basados en el paidocentrismo, es decir, en la educación en lugar de la instrucción, la observación, el razonamiento asociativo, la autodisciplina. En esa ciudad encontró el ideal de su sistema educativo, distinto del que Castillejo le había mostrado a través del Instituto-Escuela. De ahí el choque que se produjo entre los dos debido a las visiones distintas que tenían.
Su estancia en París durante el curso 1920-21 gracias a una beca de la JAE, no le permitió, según le dijese Castillejo, llegar a comprender su sistema de enseñanza. Para Herrero García “la enseñanza francesa es la expresión más alta de la escuela antigua, de la pedagogía apiorística [...] sin haber atravesado nunca la puerta de un laboratorio de Psicología experimental. Para esta escuela, el niño es un vaso que hay que llenar, y todo su método se reduce a tasar mecánicamente la cantidad de materia que día a día hay que embeber en el ánimo de un niño”[2]. Castillejo mostró su disconformidad con esa visión de Herrero pues en opinión del secretario de la JAE “la enseñanza secundaria francesa, llena de defectos como está, es hoy acaso la primera del mundo. Y usted no puede tener autoridad para criticarla hasta ser capaz. a) de entenderla, b) de crear otra mejor”[3]. Así que le recuerda la razón por la que la JAE lo envió a París:
Usted fue a Francia con una misión muy concreta: aprender el modo como allí se enseñan la lengua y la literatura maternas. Ese método puede a usted parecer defectuoso; pero por el momento nos contentaríamos con que usted supiera enseñar el español como los buenos maestros franceses el francés. Nos contentamos porque en eso Francia está a la cabeza del mundo. Hoy no existe ningún país que enseñe a manejar su lengua nacional con la soltura, con la elegancia y precisión de Francia, por lo cual ese método es imitado en las escuelas alemanas muy de cerca, y lo admiran y desean inspirarse en él las escuelas inglesas, americanas. [...] Mi consejo sería que concentrara usted su esfuerzo en aprender la enseñanza de la lengua y la literatura, sea por el método francés o por otro que usted halle mejor y que vinieses usted el curso próximo al I.E. para aplicarlo. Si los chicos salen manejando el castellano y conociendo nuestros clásicos como los chicos de los liceos franceses, yo diré que el sistema de usted es por lo menos tan bueno como el de Francia[4].
Sin embargo a Miguel Herrero el sistema francés de la enseñanza del latín no le convencía porque “el primer cuarto de hora leen, el segundo traducen y el tercero cantan, y al maestro le afirma que así pasen escrupulosamente todos los días”[5]. A regañadientes, aceptó el mandato de Castillejo: “Conforme en absoluto en volver al I.E. el próximo curso. Desde luego, yo nunca emplearé el método francés, entre otras razones porque ahí es imposible. Ni el Instituto, ni las familias, ni el ambiente público lo consienten. Yo me esforzaré por hacer lo mejor que yo pueda hacer”[6].
Aunque sea un poco larga, me permito transcribir aquí una carta que le escribe Santullano a Castillejo, en la que le explica de forma clara el pensamiento pedagógico de Miguel Herrero:
Anoche pude hablar despacio con Herrero. Se trata sencillamente de un caso de ruralismo mental, explicable. Herrero estaba en su instituto provinciano, haciendo enseñanza dogmática, la que él tenía dentro por sus estudios en el Seminario. Cuando llega al Instituto-Escuela se encuentra con un ensayo flexible y atrevido. Esto le desorienta y aún más el consejo insistente de usted: la literatura y la lengua se enseñan como la carpintería, haciendo. Herrero confiesa que no lo entendía. Sale al extranjero, va a Suiza, habla con Claparède, lee su libro, se asoma a su escuela y entonces comienza a creer que usted tiene razón y que en el mundo hay más. Pero, viene a París, donde según le dicen s e ha llegado a la suma perfección, y otra vez se queda perplejo al ver que este tipo de enseñanza no cuadra con las orientaciones metodológicas del Instituto-Escuela y de Claparède. Y en vez de aplicarse sencillamente a estudiar la manera francesa y los caminos por donde llegan a un resultado admirable, se irrita y hasta llega a negar estos resultados, que, para Herrero, se reducen a saber de memoria unos párrafos de Molière[7].
Las experiencias acumuladas en 1920 y 1921 en Suiza, Francia y Bélgica fueron expuestas por Miguel Herrero en el libro que publicó en 1922 La Escuela de Trabajo. Principios generales de Pedagogía y Método especial de la enseñanza de la lengua materna en Escuelas e Institutos.
A pesar de las discrepancias pedagógicas que mantuvo con José Castillejo, Miguel Herrero fue becado por la JAE en otras dos ocasiones. Una real orden de 31 de agosto de 1925 le concedió una beca de un año para hacer estudios de Lengua y Literatura en Inglaterra en el curso 1925-26. Otra real orden de 2 de octubre de 1926 le otorgó una nueva beca para dar un curso de Literatura española en el Departamento de Literatura española de la Universidad de Cambridge durante el año académico 1926-27, cuyo rector J.A.Kirpatrick lo invitó, por consejo de Ramón Menéndez Pidal.
En 1930 fue nombrado catedrático del Instituto-Escuela. Allí fue, junto a Samuel Gili Gaya, el encargado de redactar los métodos de trabajo que se habían de seguir en el Instituto-Escuela en las clases de Bachillerato de Lengua y Literatura[8].
Retrato de Miguel Herrero García en fecha no determinada
En agosto de 1936 fue desposeído de su cátedra del Instituto-Escuela, por su desafección con el gobierno republicano que ya se había manifestado en los años precedentes cuando fue redactor-jefe de Acción Española.
Tras la guerra civil fue repuesto en su cátedra en el Instituto Lope de Vega de Madrid, y desempeñó durante dos cursos la cátedra de Pedagogía de la Universidad (1939-1942), vacante en aquel entonces.
Cuando se creó el Instituto Nacional del Libro Español (I.N.L.E.) fue designado jefe de Ordenación Bibliográfica y Director de Bibliografía Hispánica, cargo que desempeñó hasta la desaparición de esa revista, en 1958.
Bajo el patrocinio del INLE fundó en 1945 la Asociación de Libreros y amigos del Libro, cuyo objetivo era la reedición de libros valiosos.
Falleció en Madrid el 15 de noviembre de 1961.
Fue autor de numerosos libros y publicaciones en numerosas revistas. La relación completa de su bibliografía aparece en el trabajo de Mercedes Agullo y Cobo, publicado en 1962 en la “Revista de Literatura”.
Fuentes
Archivo de la JAE en la Residencia de Estudiantes, expediente JAE 77-90, 162 pp.
Memorias de la JAE (1920-1921), Madrid 1922, p. 47-48; (1924-1926), Madrid 1927, p. 135; (1926-1928), Madrid 1929, p. 100
Obra (libros anteriores a 1936)
La Escuela de Trabajo. Principios generales de Pedagogía y Método especial de la enseñanza de la lengua materna en Escuelas e Institutos. Madrid. Imp. y Libr. Sucs. de Hernando, 1922. 268 p.
Cuentos de los siglos XVI y XVII. Selección hecha por Miguel Herrero García, Madrid, Instituto Escuela, 1926, 285 p., 8º (Biblioteca Literaria del Estudiante, tomo XXIII)..
Ideas de los españoles del siglo XVII, Madrid, Voluntad, 1928, 669 p.
Estimaciones literarias del siglo XVII, Madrid, Voluntad, 1930, 423 p. 4º
La vida española del siglo XVII. vol. I. Las bebidas, Madrid, Gráf. Universal, 1933, X+258 p. 4º
La Semana Santa de Madrid en el siglo XVII, Madrid, Gráf. Universal, 1935, 64 p.
Bibliografía secundaria
AGULLÓ Y COBO, Mercedes, "Don Miguel Herrero García. Necrología. Bibliografía", Revista de Literatura, Madrid, CSIC, tomo XXI, enero-junio 1962, p. 171-177.
Mario Pedrazuela Fuentes
[1] Véase Teresa Marín Eced, Innovadores de la educación en España. (Becarios de la Junta para Ampliación de Estudios), Madrid: Perea Libros, 1991, p. 146.
[2] Carta de Miguel Herrero a José Castillejo; París, 5 de febrero de 1921. David Castillejo (ed.), Epistolario de José Castillejo, III. Fatalidad y porvenir 1913-1937, Madrid: Castalia, 1999, p. 462.
[3] Carta de José Castillejo a Miguel Herrero, Madrid, 1 de febrero de 1921, Ibídem, p. 441.
[4] Carta de José Castillejo a Miguel Herrero; Madrid, 20 de febrero de 1921;Ibídem, pp. 476-77.
[5] Carta de Miguel Herrero a José Castillejo; París, 5 de febrero de 1921; Ibídem, p. 464.
[6] Carta de Miguel Herrero a José Castillejo; París, 28 de febrero de 1921; Ibídem, p. 479.
[7] Carta de Santullano a José Castillejo; París, 6 de abril de 1921; Ibídem, p. 484.
[8] Véase, Mario Pedrazuela Fuentes, “Biblioteca Literaria del Estudiante”, Arbor, vol. 187, mayo-junio 2011, pp. 547-560.